Esperanza Salazar Cabrera regresaba de la tienda, que se ubica a dos cuadras de su domicilio marcado con el número 20 de la calla Santa Ana, cuando observó que al menos 200 feligreses participaban en una procesión. Mientras esperaba que los participantes terminaran de pasar para cruzar, notó en ese momento que un hombre intentó expulsar un cohete desde un lanzador.
En lugar de atravesar hacia su casa se regresó corriendo cuando escuchó un tronido fuerte.“Empezaron a salir más cohetes que parecían chifladores”, recuerda.
Lo primero que hizo fue cubrirse detrás de una pared de concreto de una de las casas de esa calle. Unos minutos después, se asomó y lo primero que observó fueron al menos unas diez personas tiradas en el suelo ya sin vida, “algunos ya sin brazos, sin piernas, otros totalmente abiertos. Mucha gente ensangrentada. Todos lloraban. Otros, corrían incendiados”, relata.
“Es lo más feo que yo he visto en mi vida. Nunca me esperé ver algo así. Nosotros vendemos tortillas, en ese momento yo fui a la tienda a cambiar un billete, y vi la procesión que venía, y sí venía harta (mucha) gente (…)", agrega en entrevista. Al esperar frente a la casa para esperar que pasara la procesión fue cuando vi lo que pasó”.
El estallido que la mujer de 45 años de edad escuchó se produjo luego de que uno de los peregrinos buscara lanzar un cohete que en lugar de salir disparado tronó en el lugar y provocó que el resto de la pólvora que acompañaba a la procesión causara la muerte de al menos 16 personas, y dejara 154 heridos, según autoridades locales.
De acuerdo con los testigos, en la tarde del viernes cuando se suscitó la tragedia, un grupo de religiosos del municipio de Nativitas partieron del barrio de Jesús Tepactepec, -lugar en donde se registró la explosión-, hacia la cabecera municipal con una peregrinación y tenían como meta final participar en una misa en el templo de ‘Jesús de los Tres Caminos’, santo patrono de la comunidad.
Su intención se vio interrumpida cuando al querer amenizar el traslado con tronidos de cohetes, que según las costumbres de la población es una forma de mostrar alegría al celebrar a sus santos, concluyera con un saldo rojo.
Uno de los cohetes “cayó justo en una camioneta en la que se transportaba el resto de los cohetones que serían detonados en la fiesta patronal” y fue lo que provocó un daño mayor, según lo que ha declarado el director de Protección Civil de Tlaxcala, José Mateo Morales Báez.
Sombreros, gorras, zapatos, pedazos de ropa esparcidos
El área afectada abarca dos calles del barrio de Jesús Tepactepec. Sobre la Avenida Santa Ana, elementos periciales han evidenciado con la colocación de tarjetones que fueron nueve cuerpos los que quedaron sin vida en el lugar.
Sombreros, gorras, zapatos, pedazos de ropa de las víctimas esparcidos en las inmediaciones denotan la magnitud de la explosión que se registró en la tarde del viernes en esta calle.
Al menos tres vehículos estacionados en el lugar resultaron con daños. Un coche quedó parcialmente calcinado, que minutos más tarde, ya que se diera el levantamiento de cadáveres y llevado a diferentes hospitales a los heridos, fue ocupado para dejar ahí algunas de las pertenencias de las víctimas que quedaron en la zona siniestrada.
Se observan charcos de sangre sobre esta calle, principalmente en donde cayeron los cuerpos. Una mancha de buen tamaño en la fachada de una casa de dos pisos en este lugar da cuenta de lo que algunos pobladores dijeron que la explosión lanzó varios metros a algunas personas.
Un terreno baldío que se ubica a un costado de donde quedaron las víctimas del estallido también acoge evidencias de lo sucedido. “Hay pedazos de carne humana todavía, mira aquel dedo”, señala María González a su hija adolescente, cuando junto con un grupo de campesinos se acercaron a la zona acordonada para observar lo que sucedía.
Un canal de agua que cruza por la cuadra se tiñó de rojo. Los restos de cohetones y cables de luz quedaron esparcidos sobre la calle Santa Ana, sobre la copa de los árboles y las azoteas de las viviendas aledañas.
El lugar fue resguardado por soldados, marinos, policías federales y elementos de seguridad locales que acordonaron la zona y por varias horas restringieron el paso.
"Pensé que era una bomba"
Al igual que todos los días desde hace siete años, Guadalupe Cabrera Mejía terminó alrededor de las 13:00 horas (local) de hacer las tortillas que vende. La mujer de 62 años de edad se encontraba al interior de su domicilio cuando escuchó el tronido que causó la explosión de juegos pirotécnicos.
Lo primero que hizo, -cuenta-, fue cerrar de inmediato los dos tanques de gas que tiene, “escuché tan fuerte los tronidos que lo primero que pensé fue que había estallado una bomba. ‘Aquí ya quedamos Dios mío’, pensé”, contó.
Su hija Esperanza Salazar había salido a la tienda, ella se encontraba al interior del domicilio marcado con el número 20 de la calle Santa Ana con sus dos nietos.
El estallido que se registró justo frente a su hogar dejó como saldo: la destrucción de su portón principal, vidrios rotos, y ligeras cuarteaduras en uno de los cuartos.
Los restos de cristal en su patio demuestran su dicho. “Y como se puede ver, hasta en mi patio cayeron pedazos de ropa de esa pobre gente (de las víctimas de la explosión). Lo primero que hice cuando escuché el tronido fue cerrar los tanques de gas, yo creo que por eso no pasó a mayores. Pero vea usted la puerta se cayó, los vidrios se rompieron. Una de las ventanas se arrancó totalmente”.
Turbada por lo que escuchó y vio, Cabrera Mejía analiza meter una solicitud al ayuntamiento de Nativitas para que el gobierno municipal repare los daños causados por la explosión en su casa, pues asegura que con lo que gana con la venta de tortillas no le alcanza para gastos extras que no tenía contemplado.
“Mínimo que nos apoyen con el portón, por seguridad, porque mientras, esta noche (la noche del viernes) se queda así”, agregó en entrevista.
Este es uno de los estados más pequeños de México y tiene una población de 1.1 millones de habitantes. De ellos, alrededor de 23,000 viven en el municipio de Nativitas.
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