Mario Marín se metió a la boca del lobo y salió trasquilado. Un descuido más de su equipo de seguridad, así como la soberbia habitual para desestimar las amenazas, provocaron que la seguridad física del gobernador poblano estuviera en un peligro real. La crónica de Reforma y la nota de Hechos en TV Azteca se quedaron cortas respecto a la agresión. La treintena de activistas estuvieron a punto de golpear a Marín quien, increíblemente fue resguardado por reporteros y camarógrafos de Televisa ante lo incendiario de la provocación. Federico Lamont, de la Organización Editorial Mexicana, cubrió personalmente al mandatario y recibió golpes que iban dirigidos a Marín. Incluso, justo cuando los poblanos abordaban la camioneta, una de las “adelitas” agresoras se trenzó a golpes con un camarógrafo de Televisa y provocó una gresca entre reporteros. Lívidos, Alberto Jiménez Merino, Alejandro Montiel y Juan José Bretón, los secretarios de Agricultura, Cultura y Turismo, observaron los hechos sumidos en la sorpresa. ¿Y sabe lo peor? Que el gobierno estatal ya estaba avisado que podría ocurrir una provocación en Casa Lamm. Y aun así sucedió.
El gobernador poblano cayó en una trampa y se puso de pechito frente a los radicales izquierdistas que habitan Casa Lamm, un refugio natural de Lydia Cacho, Carmen Aristegui y Jaime Avilés, cronista y columnista de La Jornada que habitualmente coordina eventos culturales ahí. El primer error del marinismo fue irse a meter ahí. El segundo, publicitar en La Jornada, boletín del izquierdismo nacional, el evento “Vive Puebla en el DF”, una muestra gastronómica y turística dirigida a empresarios del entretenimiento y la cultura. La convocatoria lograda fue un éxito: en Casa Lamm había por lo menos diez directivos de grandes empresas y gerentes de otra treintena. Todos atestiguaron el ridículo.
A través de La Jornada, los activistas de la izquierda se enteraron de la inauguración del “Vive Puebla en el DF”. Los indicios se dirigen al periodista Jaime Avilés como organizador de la radical protesta. Desde temprana hora, en el gobierno estatal sabían de la posibilidad de una protesta, pero minimizaron las posibilidades de éxito. Cada uno por su lado, Alberto Jiménez Merino, Alejandro Montiel y Juan José Bretón, los secretarios de Agricultura, Cultura y Turismo fueron arribando al lugar para recibir a los invitados.
Antes de las tres, Marín arribó al lugar custodiado sólo por Román, alias El Chiquilin, y otro agente de seguridad. Comió en Casa Lamm con los empresarios y hasta ahí todo caminaba bien, mientras El Chiquilín pedía a los administradores del lugar especial atención a cualquier persona “rara” que tratara de ingresar a la inauguración, es decir, los que no fueran encorbatados. Le respondieron que no se preocupara.
En punto de las cinco de la tarde Marín ingresó al salón de la inauguración. Al mismo tiempo, mediante la técnica de goteo, táctica usual del lópezobradorismo, entraron al salón los activistas que escondían entre sus ropas las fotos de Lydia Cacho. El gobernador no terminaba su discurso cuando desde el fondo del recinto comenzaron los gritos. Acostumbrado a las protestas, Marín se sonrió, lo que enardeció más a las “Adelitas”, quienes se movieron hasta mero enfrente del presidium. Los gritos subieron de nivel y Marín volteó a ver a su seguridad, pero resultó que no había nadie junto a él. Sánchez Galicia se movió a su lado, y entonces, una de las radicales se acercó a menos de medio metro y, alzando los brazos, le espetó al rostro: ¡pederasta, eres un protector de pederastas!
La agresión era inminente.
Entonces, un camarógrafo de Televisa se interpuso entre la Adelita y el gobernador, así como para rescatarlo. La radical se trenzó con el dicho camarógrafo, momento que Marín aprovechó para salir del salón y acompañado por Sánchez Galicia y el Chiquilín. Los activistas no se arredraron y el persiguieron al gobernador poblano. Incluso un piedra voló por donde caminaban. Federico Lamont surgió de la nada y con su cuerpo protegió al mandatario y lo ayudó a saltar una jardinera para apresurar lo huída. Lo demás puede observarse en las imágenes de TV Azteca.
Lo dicho: se trató de una emboscada en la que cayó redondo el gobernador poblano y su equipo. Y como organizador de la protesta señalan a Jaime Avilés. Aún así, la vergüenza nacional no se la pueden quitar. Y la pena ajena que nos provocó a nosotros.
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martes, 15 de julio de 2008
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