Se han creado tantas espectativas, que ni en 100 años podria cumplirlas todas.
En los primeros meses de su presidencia Barack Obama realizará una serie de inversiones masivas --en dólares federales, en diplomacia, en capital político y en libertades civiles--, que espera catalizarán en el largo plazo el cambio transformador que prometió durante su campaña.
Sin embargo, la escala y la ambición de esas inversiones podrían colocar al presidente 44 en un curso de colisión con las expectativas de la gente: aunque el triunfo de Obama alimentó las esperanzas de millones de estadounidenses, es poco probable que los dividendos de sus programas nacional e internacional --de una economía estable a la normalización de Afganistán-- se manifiesten pronto.
El reto de Obama es que quizá a ningún presidente desde Franklin Roosevelt se le ha pedido hacer tanto, tan rápido. Los primeros 100 días del presidente, el plazo típico y arbitrario para evaluar la eficacia de un comandante en jefe, prometen esta vez ser cruciales. De hecho, al menos dos libros de alto perfil para analizar los primeros 100 días de Obama están ya en proceso de elaboración.
Si hay un anhelo que Obama puede satisfacer a corto plazo, dicen analistas, es un cambio en el estado de ánimo de la nación, una restauración de la confianza en un país sacudido. Si logra eso, indican, la gente le dará más espacio para cumplir las metas más audaces de largo plazo.“Tiene mucho en el plato, pero lo más grande es lo mismo que tuvo que enfrentar Franklin Delano Roosevelt: el miedo”, indicó Larry Berman, director del programa Washington en la Universidad de California en Davis. “(El temor) es hoy casi igual de real que en 1932, y en realidad es un miedo por nuestra forma de vivir”.
Podría existir un paralelismo con Roosevelt, pero también lo existe con John F. Kennedy, cuyo logro más grande después de la elección probablemente fue mejorar el espíritu nacional al impulsar a la gente a avanzar hacia una “nueva frontera”.
Colaboradores de Obama señalan que reconocen la carga que implican las grandes expectativas en torno de su presidencia, y que su meta inicial es ante todo tranquilizar a la gente con el convencimiento de que Estados Unidos saldrá de la crisis económica intacto, quizá más fuerte.
En algún momento, sin embargo, la gente querrá más que un cambio de ánimo; querrá mejorías tangibles en su vida.
“La gente le dará bastante oportunidad”, consideró Chris Lehane, estratega demócrata y ex colaboradora de Bill Clinton. Pero, “en un año o dos, si la situación se mantiene sombría, se agota la paciencia con el presidente”.
La inversión más apremiante para Obama es el gigantesco plan de rescate económico, una esfuerzo de 825 mil millones de dólares para rescatar la desfalleciente economía estadounidense.
Pero hay muchas otras que quiere o necesita emprender al principio de su periodo: gastar capital político en el Congreso para tratar de reformar el sistema de salud; destinar capital diplomático para desactivar el sangriento conflicto en la franja de Gaza, y gastar recursos militares para contener al resurgente Talibán en Afganistán.
Los dividendos a largo plazo de estas inversiones podrían ser enormes: una economía rescatada y otra vez en crecimiento; cobertura médica casi universal y menores primas; paz y estabilidad en Medio Oriente. Pero los riesgos también lo son. ¿El plan provocará un déficit federal sin control? ¿Fallará nuevamente un intento más por reformar el sistema de salud? ¿Más hostilidad entre judíos y árabes y una insurgencia más fuerte en Afganistán?
Los audaces pasos que Obama planea dar reflejan su compromiso de llevar al país en una dirección fundamentalmente nueva, pero también, señalan analistas, un reconocimiento de que muchos retos económicos y de política exterior que enfrenta Washington crean un clima político propicio para los golpes atrevidos, aun si los frutos potenciales están a años de distancia.
Obama “hereda un mundo mucho más agitado”, señaló Elaine Kamarck, conferencista de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard y veterana de la Casa Blanca de Clinton. “No puede más que esperar poder entretejer los temas y promesas de la campaña en sus reacciones”.
No obstante, agregó, “tiene la oportunidad de hacer muchas cosas importantes de una sola vez”.
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