Los aspirantes a una diputación local por los distritos de la capital, por la alianza Puebla Avanza, son tan, pero tan malos, que desde muy alto se dictó una orden contundente:
“Tienen prohibido aparecer en medios de comunicación”.
Así como lo lee.
Lo anterior se explica después de una serie de ridículos mediáticos que en diferentes entrevistas protagonizaron quienes aspiran a ocupar una curul en la próxima legislatura local.
Dos de los más sonados llevaron como actores principales a Xitlalic Ceja y al terrible mosquetero Edgar Chumacero.
La primera, en el noticiero de Fernando Crisanto, fue incapaz de explicar, en cerca de 10 minutos cuál sería su postura, en caso de llegar al Congreso, en torno a la posibilidad de legislar localmente en aras de eliminar las sanciones penales a aquellas mujeres que decidieran interrumpir de manera anticipada un embarazo.
No pudo, de plano no pudo.
Por más que el periodista intentó sacarla del atolladero queriendo cambiar de tema, la brillante candidata seguía sumida en un embrollo mental en donde confundía cuestiones de moral privada con cuestiones de observancia obligatoria como el respeto al estado de derecho.
Lo anterior salpicado con contradictorios tintes de ideología partidista.
¿Su conclusión?
No, pero sí.
Sí, pero a veces.
Vergonzoso.
¿Se la imagina siquiera intentando hacer uso de la palabra en tribuna?
Por salud mental, mejor no lo haga.
Chumacero está peor.
En entrevista con Alejandro Mondragón, más allá de hablar de lo que espera hacer en materia legislativa en caso de llegar a ser diputado, se la pasó alabando a la presidenta municipal y agradeciéndole su intervención directa para que él pudiera incursionar en la política.
Por supuesto, esto sirvió de pretexto perfecto para que el periodista le cuestionara su relación personal con la hija de la alcaldesa, lo que ya no le gustó al candidato.
Aludiendo al lugar común de no mezclar lo público con lo privado, el neo-priista intentó salirse por la tangente.
Sobra decir que fracasó.
Y de qué manera.
El espadachín no ha entendido, ni entenderá jamás, que cuando una relación sentimental se convierte en trampolín político, deja automáticamente de ser una cuestión privada.
Si no es así, que nos explique cuáles son sus méritos en la política para justificar la decisión del PRI de llevarlo como candidato.
No ha podido, ni podrá explicarlo.
Si no quería que su relación personal saliera a relucir en la entrevista ¿para qué habla de Blanca Alcalá?
Solito se empinó.
Ni hablar, la lambisconería también tiene sus bemoles.
Las anécdotas anteriores son sólo pequeños ejemplos de cómo la exposición mediática ha sido un factor que, lejos de beneficiar a los abanderados tricolores, ha puesto en evidencia sus enormes limitaciones.
Y las historias son muchas.
Por eso será muy difícil que los vuelva a escuchar o ver en alguna entrevista en medios masivos de comunicación.
Por lo menos esa es la instrucción que recibieron Enrique Doger, Germán Sierra y Antonio Hernández y Genis.
Para saber de ellos y sus actividades, tendrá que conformarse con la consabida nota sacada del obsoleto boletín.
Y es que, en los eventos, no hay restricciones para que los candidatos hagan uso de la palabra.
Total, ahí el ridículo queda en familia.
Dicen que la única que se salva es Mónica Barrientos, por cierto, la otra posición de Alcalá.
¿Será?
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