Hace un tiempo, el Presidente Calderón hizo este llamado a los empresarios y ciudadanos: si ustedes creen que la politica esta manchada y sucia y los politicos son malos PARTICIPEN y ayuden a limpiar la politica y la mala fama de los politicos, hoy esta mujer valiente se apunta.
Isabel Miranda de Wallace es una mujer conocida por la ciudadanía y el mundo del activismo en México por luchar hasta el cansancio porencontrar a los culpables del asesinato de su hijo Hugo Alberto Wallace. Ahora, Isabel también será reconocida por estar en la política mexicana de la mano del PAN.
¿Y quién es esta mujer?
Isabel Miranda Torres huele a Angel de Thierry Mugler: el perfume al que le ha sido fiel durante más de una década, es el que su hijo Hugo Alberto Wallace le regalaba cada año. Fue hace más de 40 años cuando Isabel compró por primera vez un perfume. Tenía 14 años y le destinó casi el total de su sueldo como secretaria en la empresa de seguros La Territorial.
En esa época de adolescente, Isabel tenía como uno de sus más anhelados sueños dejar la estela del aroma tras su paso. Ese sueño lo tuvo que hacer realidad ella misma. Y es que no había de otra. El ingreso que tenía su papá, Fausto Miranda Romero, como chofer de taxi apenas alcanzaba para darle de comer y mandar a escuelas públicas a sus 10 hijos: Alfredo, Heriberto, Isabel, Fausto, Asunción, Martha, Guadalupe, Roberto, Víctor y Magdalena.
Por ser la mayor de las mujeres, Isabel aprendió muy pronto las tareas de ama de casa para ayudar a su madre, Mónica Torres Jaime, en el departamento en el que vivían los Miranda Torres, ubicado en la colonia Industrial Vallejo, en la ciudad de México.
En los albores de sus 10 años, Isabel ya sabía lavar, planchar, cocinar, cambiar pañales y preparar los biberones de sus hermanitos. Pero no era a lo único a lo que se dedicaba, asistía a la primaria “Atenedor Monroy”, en la delegación Azcapotzalco. Vale la pena decir que nunca reprobó alguna materia. Tiempo después acudió a la escuela privada Universidad Motolinía donde al mismo tiempo que estudiaba la secundaria hacía la carrera técnica en Comercio. En ese entonces, Isabel, de 14 años, ya trabajaba como secretaria en la aseguradora La Territorial donde le dieron trabajo por sus habilidades como mecanógrafa. Con sus ingresos ayudaba a sus papás con los gastos de la casa y pagaba su escuela.
Apenas tenía 16 años cuando Isabel Miranda se casó. Fue el 28 septiembre de 1968 cuando se unió , sólo por lo civil, al contador Enrique Wallace Díaz de 31 años. Este hombre, 15 años mayor que ella – y con el que sigue casada luego de más de cuatro décadas– se convirtió en el padre de sus dos únicos hijos: Hugo Alberto y Claudia.
FOTO: CUARTOSCUROIsabel Miranda durante una campaña para encontrar a los secuestradores de su hijo.
Tras un año de casados nació el primogénito de los Wallace Miranda. En el hospital Dalinde, de la colonia Roma, Hugo Alberto se despidió del cordón umbilical de su madre el 12 de octubre de 1969. “Desde el momento que nació mi hijo, él y yo tuvimos una relación especial porque a mí me costó mucho trabajo tenerlo: cuando estaba embarazada me enfermé, estaba anémica; fue muy complicado dar a luz, pasé dos días en trabajo de parto. Yo no quería que me pusieran anestesia así que tuve a Hugo en mis cinco sentidos. Luego de verlo perdí el conocimiento”, rememora con nostalgia, en entrevista para Animal Político, la señora Miranda de Wallace, ahora de 59 años.
La maternidad la transformó. A pesar de que Isabel había sido de alguna manera “mamá” de sus hermanos menores, no sabía lo que significaba realmente hasta que tuvo a su hijo en sus manos. “Fue hasta que abracé a Hugo por primera vez cuando entendí que yo era la única responsable de esa vida. No había alternativas. Tuve que madurar de sopetón.”
Isabel se volvió una mamá joven y le sacó partido a los beneficios que eso conlleva. Conforme iba creciendo Hugo Alberto, además de su hijo, se fue convirtiendo en su compañero, su amigo, su protector. “Hubo un momento que Hugo ya era un adolescente y yo apenas tenía 30. Así que mi hijo pasó a ser mi más grande confidente”.
Isabel nunca dejó de trabajar. Ya con dos hijos, Isabel se levantaba a las 5:30 de lunes a viernes a preparar el desayuno, vestir a los niños y a llevarlos a la escuela. Luego de esa rutina se iba al negocio de camiones de transporte que había puesto con su marido. La empresa se llamaba HUCLA, que son las iniciales de los nombres de sus hijos Hugo y Claudia. Por su parte, Enrique se dividía entre su microempresa y el empleo que tenía como contador en Ayotla Textil. Antes había trabajado en Nacional Financiera. A través de la cultura del esfuerzo, la pareja abrió más tarde otro negocio propio, en Toluca: Concretos Hidráulicos S.A. de C.V.
Los Wallace le dijeron adiós a los departamentos que habían rentado en la colonia Nápoles y Del Valle y finalmente adquirieron su casa en el fraccionamiento Rinconada Coapa, al sur del DF. Su estilo de vida ya se había ganado, muy a pulso, un lugar en la clase media de finales de los 70.
A pesar de que tenían una empleada de servicio, de los suyos se encargaba Isabel: A la 1 de la tarde recogía a sus hijos en el colegio y a las 2:00 todos los integrantes de la familia se sentaban a comer. Luego Enrique regresaba a su oficina mientras Isabel se dedicaba a las tareas escolares. Poco antes de caer la noche, ya que dejaba a sus hijos dormidos, la señora Wallace se iba a la Escuela Normal, donde estudió para maestra, más tarde haría la carrera de Pedagogía en el sistema abierto de la UNAM.
La tragedia
El 11 de julio de 2005, Hugo Alberto Wallace Miranda, de 36 años, fue secuestrado. El joven empresario iba saliendo del cine en Plaza Universidad con una acompañante cuando cayó en manos de sus plagiarios. Jacobo Tagle Dobin, le había presentado a “su amigo” a Juana Hilda González Lomelí, alias “Claudia” quien estaba coludida para secuestrar al publicista.
Al siguiente día, Isabel llamó a su hijo a sus dos teléfonos celulares, pero estaban apagados. Eso le dio muy mala espina a la señora Wallace quien, con la información que pudo recabar de testigos, dos días después presentó una denuncia ante las autoridades del Distrito Federal y de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO). “Pero yo veía que no actuaban, que no le daban seguimiento, así que me fui a la calle a buscar a Hugo, a hacer averiguaciones, seguimientos, lo único que quería era encontrar a mi hijo”. Desde ese momento Isabel señaló a Jacobo Tagle, frente a las autoridades, como uno de los secuestradores de su hijo.
Isabel Miranda durante una conferencia de prensa en 2006.
Días después, Isabel recibió un sobre que contenía el comunicado de los secuestradores pidiendo el rescate y una fotografía de Hugo desnudo con los ojos vendados. Esa documentación la entregó a la PGR. En otro comunicado de los secuestradores, le reclamaban a la señora Wallace que hubiera entregado estos documentos a la policía. “Era evidente que alguien de la autoridad tenía complicidad con los plagiarios de mi hijo”. El segundo comunicado de los secuestradores fue el último que recibió la familia Wallace, quienes al solicitarles una prueba de vida, suspendieron la comunicación.
Isabel tuvo que renunciar a su empleo como directora en el Colegio Aztlan, en Tlalpan, donde llevaba 22 años trabajando; Enrique, ya retirado de sus negocios y con sesenta y tanto años sintió cómo se le vino una década encima; la hermana de Hugo Alberto, Claudia, con cinco meses de embarazo de su tercer bebé, por seguridad se fue a vivir a casa de su papás; Roberto, el hermano de Isabel, dejó por un momento a su propia familia y también se instaló durante seis meses en la propiedad de los Wallace para apoyarlos en todo lo que se ofreciera.
Toda la familia quería estar al frente de la negociación. “Un día me harté. Llamé a mi familia, a mis sobrinos, a mis hermanos, a todos los adultos. Los senté alrededor de la sala y les dije: ‘En muchos secuestros las familias terminan divididas. Nosotros siempre hemos presumido nuestra unidad y ahora nos estamos empezando a fracturar. Yo les agradezco a todos su buena intención, pero les quiero decir que aquí la que va a llevar el timón del barco soy yo. Porque a nadie le duele tanto como a mí el arrebato de mi hijo’”. A partir de entonces el equipo proponía, pero Isabel era quien daba la última palabra. “Eso nos ayudó mucho para no terminar en reproches inútiles o en una fractura irreversible”.
“Duré 11 días sin dormir y sin comer. Con trabajos dormitaba unos minutos y me despertaba agitada, llorando. Todo ese tiempo me la pasaba llorando hasta que un día me sentó mi marido y mi hermana Asunción y me dijeron: ‘Si tú realmente quieres encontrar a tu hijo no puedes seguir así. Te estás matando’. Me obligaron a dormir por lo menos tres horas diarias, actualmente sólo puedo dormir cinco. Desde luego que mi biorritmo cambió. Dejé de tener horarios para comer, para dormir. Dejé toda mi vida porque desde que se llevaron a mi hijo me he dedicado al cien por ciento a encontrarlo”.
Un día que iba caminando por Paseo de la Reforma recordó que Hugo, como publicista, era un ferviente creyente del impacto que tenían los espectaculares, así que se le ocurrió poner uno, pagado de su bolsa, con el rostro de uno de los plagiarios: César Freyre, un policía judicial que era cómplice de Jacobo y Juana Hilda.
FOTO: CUARTOSCUROIsabel Miranda y Gabriela Cuevas.
Tras seguirlo por varios días, tanto Isabel como su hermano Robert, habían capturado a Freyre a quien presentaron ante la autoridad para que fuera procesado en el fuero Federal, pero ahí les dijeron que mientras no se le acusara de delincuencia organizada no podían hacer nada. Y para acusarlo de delincuencia organizada se tenían que comprobar que participó en por lo menos dos secuestros.
Isabel buscó a los medios de comunicación para que difundieran la foto del secuestrador de su hijo. Necesitaban sólo otra persona que lo denunciara para que lo pudieran procesar. Freyre fue acusado de otros cuatro casos de secuestro.
Dado el éxito obtenido, conforme Isabel fue consiguiendo fotos de los otros secuestradores de de Hugo, mandó a hacerles sus respectivos espectaculares en los que ofrecía recompensa hasta por 250 mil pesos a quienes dieran información que llevara a su captura. Luego de la detención y declaración de Juana Hilda González Lomelí, Isabel Wallace se enteró de la dura verdad: su hijo había sido asesinado a manos de sus secuestradores.
“Claro que lloro. Por Hugo he derramado muchas lágrimas y las seguiré derramando, pero nunca en público. Jamás frente a las cámaras. No quiero dar lástima a nadie. No voy a ser un ejemplo de debilidad para las mujeres que están pasando por lo mismo que yo. Es más, para ninguna mujer. Tampoco les voy a dar gusto de verme doblegada a los asesinos de mi hijo”. Es en Navidad cuando Isabel más le llora a su hijo.
Durante los cinco años que Isabel Wallace estuvo dedicada a la búsqueda de su hijo no volvió a poner arbolito. “No concebíamos la Navidad sin él”. Sin embargo, en 2010 fue el primer año en que volvió a sacar las series de luces y las esferas para montarlas en su pino.
El coqueteo de la política
“Gaby Cuevas me llamó cuando estaba a punto de dejar la delegación Miguel Hidalgo y me ofreció candidatearme por el Partido Acción Nacional (PAN) para que la relevara”, asegura en entrevista para Animal Político la ganadora del Premio Nacional de Derechos Humanos 2010.
La activista social reconoce que también ha recibido varias propuestas por parte de dirigentes del Partido Revolucionario Institucional con el fin de que ocupe algún cargo público abanderada por el tricolor. “La propia Beatriz Paredes –Presidenta Nacional del PRI–, me llamó para ofrecerme una diputación en la delegación Tlalpan”.
Pero el ofrecimiento más reciente para que Isabel se incorpore a la administración pública lo ha recibido por parte del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que le ofreció postularla para gobernadora del Estado de México. “Me vinieron a buscar y me quisieron lavar el cerebro de que los políticos reconocían que no podían con su trabajo, que necesitaban un candidato ciudadano para quitar del poder a esos dinosaurios. Yo les dije: ‘qué ganas de desprestigiarme, ¿yo qué les he hecho? Soy una persona con una buena reputación ¿por qué me quieren llevar a la política?´”.
Isabel Miranda de Wallace a todos les ha dicho que no. “Yo no creo en la política en México. No creo que a través del sistema político que hay en nuestro país se puedan solucionar los problemas en materia de seguridad porque desafortunadamente el sistema no te lo permite. Por supuesto que hay gente muy valiosa, pero su trabajo se ve opacado por la corrupción de las instituciones”.
Cuando Alberto Tavira le preguntó si se lanzaría para la Presidencia de México con una candidatura ciudadana, Miranda de Wallace respondió: “Para nada. No tengo ni el conocimiento, ni la fuerza, ni las ganas. Lo que sí haría es apoyar a ese candidato. Ahí sí me iría con todo. Y cuando digo con todo, no hay límites. Ya me conocen”.