Con apenas
43 años, su vida revolucionó a la ciudad. Nació entre aplausos, creció con
multitudes que pernoctaban para tenerlo —aunque fuera unos minutos y después
perderlo—, maduró con los cambios y se hizo emblema de la capital.
Ahora, en su
último tramo de vida, quienes han decidido darle una estocada final este año,
le planean homenajes para agradecerle por su función.
Es el boleto
del Metro, que llega en 2012 a su fin para darle paso a la tarjeta recargable.
Con él, se va una generación de hombres, mujeres y niños de todas las clases
económicas, que alguna vez guardaron ese pedazo de papel de 5.5 por 3
centímetros en su bolsillo para recorrer el Distrito Federal.
Apadrinado
por el presidente Gustavo Díaz Ordaz y
el regente Alfonso Corona del Rosal,
nació en septiembre de 1969, cuando se inauguró el Metro. Para tenerlo, bastaba
un viejo peso con 20 centavos, que valía el viaje de Chapultepec a Zaragoza.
Se mostró al
mundo rosado, acaso porque la primera línea del Metro es rosa, pero pronto
conoció todos los colores en sus primeros años de vida, cuando se le vendía en
plantillas de cinco boletos y de un color distinto al unitario para diferenciar
su costo.
Su diseño y
costo lo hicieron pronto objeto de colección entre muchos capitalinos, sobre
todo luego de 1972, cuando por el centenario de la muerte de Benito Juárez, el
Metro emitió los primeros boletos conmemorativos en un tono naranja chillante.
Luego, a
partir de abril de 1986 alcanzó su máximo furor: gentíos llegaban desde la
noche anterior a dormir afuera de las estaciones, sólo para conseguir un
codiciado abono, ese boleto especial con el que se podía viajar las veces que
se quisiera por el mismo costo, e incluía a otros transportes públicos.
En esas
fechas, por la Alameda Central se veía desde las 5 de la mañana una larga fila
que serpenteaba hasta el Metro Bellas Artes, donde la gente esperaba su abono
con la misma paciencia y emoción de un fanático frente a una estrella de rock.
“Había gente que llegaba a las 10 de la noche con su sarape y se iba hasta las
5 con su abono. Era quincenal y solucionaba mucho la economía de casa”,
recuerda Ana María Becerra, una
usuaria.
Pero en 1995
el abono cumplió su ciclo, pues no era rentable financieramente. Era un
excelente recurso para el ciudadano, pero mal negocio para el gobierno, por lo
que se regresó a las planillas, ahora de 25 boletos cada una.
Y entonces,
el boleto —maduro ya— tomó otra relevancia, cuando aparecieron con más
frecuencia los conmemorativos y de aniversario.
Se vistió de
azul y oro con el centenario de la Universidad Nacional, gritó un callado
Huelum con los 75 años del IPN, celebró los 40 años del Metro y promovió la
lectura con el anuncio del programa “Para leer de boleto en el Metro”.
Pero no todo
fue felicidad: en 1999, por primera vez en su historia, el Metro editó un
boleto publicitario por el aniversario de una línea privada de camiones, lo que
le valió una reprimenda.
Y en enero
de 2010 tuvo que salir en defensa propia con un diseño naranja —se leía “COSTO
REAL MÁS DE $9.00 En apoyo a tu economía SÓLO $3.00 UN VIAJE— luego del
incremento de 2 a 3 pesos, el más polémico, pese a que desde su nacimiento ha
aumentado 10 veces su costo.
Como
protagonista de la ciudad, celebró el inicio de la línea 12, la Cumbre Mundial
de Alcaldes, la primera década de la Universidad Autónoma de la Ciudad de
México y hasta la llegada de la Guelaguetza en Garibaldi.
“Habrá nostalgia”
“Definitivamente
habrá nostalgia, es un amigo que acompañó a los capitalinos. Le vamos a cantar
las golondrinas con mucho cariño, como se lo merece”, dijo Francisco Bojórquez, director del Metro.
A su
despedida, seguro, irá Ángeles Pedroza,
una taquillera de más de 20 años de experiencia y que no puede creer que los
boletos tengan una cuenta regresiva de, máximo, 365 días.
“¿Cómo? ¿Se
acaban? ¡Pero si todos tenemos uno! Díganme, ¿quién no ha tenido un boleto en
su cartera, en su bolsa? Ay no, que tristeza, que no lo hagan”, lamenta
Ángeles, como si perdiera un compañero de trabajo.
Pero la
suerte está echada para el boleto. Desde junio de 2006, con las primeras 12 mil
tarjetas recargables que se vendieron, comenzó su paso a la historia y antes de
que llegue 2013 sólo será un recuerdo.
Como un
viejo que ya se va, las autoridades del Metro ya le planean distinciones.
Incluso, han comenzado a buscar el último diseño. Dicen que quieren uno que
diga adiós y gracias al boleto del Metro.
Pero, sobre
todo, gracias por 43 años de viajar con todos los que alguna vez han puesto un
pie en esta ciudad de México.
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