Televisa y Peña, la sobreprotección...
Javier Corral
Hay quienes identifican entre los logros de nuestra transición democrática, el ejercicio pleno de las libertades políticas, asentadas casi de manera normal entre los mexicanos que, por cotidianas, parecieran provenir de muchos años atrás. En realidad las acabamos de conquistar hace apenas un par de décadas, y entre ellas, la libertad de expresión e información son de las más distinguibles y significativas.
Sin embargo, a su asunción no ha correspondido una responsabilidad social de los actores que tienen para sí el privilegio de contar con medios de comunicación masiva, ni de una gran mayoría de los que trabajan en ellos ejerciendo el periodismo. Se ha generado por el contrario un fenómeno vergonzoso de nulo compromiso con la ética, la práctica profesional, y su acuciosidad crítica, casi de manera proporcional a la libertad conseguida. La presente campaña electoral es uno de los momentos más reveladores y dramáticos de esta evolución hacia lo peor, en el que la componenda política para fines partidistas, el intercambio de favores y el abierto canje de dinero por protección editorial, definen a una de las etapas más penosas del periodismo.
La relación entre Enrique Peña Nieto y Televisa, incluídos varios de sus periodistas más conspicuos, es quizá el mayor ejemplo de ese fenómeno corrupto y corruptor del proceso comunicacional y del atropello al derecho a la información de los ciudadanos.
La manera vil como la empresa televisora ha tratado de distorsionar lo que realmente pasó en la Universidad Iberoamericana es de corte estalinista. Han ido a un extremo bochornoso: plantear las cosas exactamente al revés de como sucedieron. Según ese manejo soviético, Peña Nieto triunfó entre los universitarios que en su mayoría le prodigaron aplausos y porras, frente a unos cuantos radicales que lo increparon. El candidato que fue literalmente echado de la Universidad de los jesuitas en México por miles de jóvenes que le gritaban cobarde, asesino, delincuente, en el campus donde se concentra la comunidad estudiantil más numerosa y de mayores posibilidades económicas de esa institución, no existió para Televisa.
Para fortuna del derecho a la verdad y en contraste con las cuidadas imágenes que la Televisión difundió del exitoso Peña Nieto, abundan ya en la red, partícularmente en YouTube, decenas de vídeos que dan cuenta puntual desde la llegada al campus, su entrada al auditorio por la puerta principal, su salida por la puerta trasera, cuando se refugió en un baño por diez minutos, luego la corretiza por los pasillos y finalmente la despedida en el estacionamiento con un coro de jóvenes a todo pulmón que se sentían casi héroes, gritando: “la Ibero no te quiere”.
Prácticamente al medio día ese hecho era trending topic Mundial en Twitter por una hora, y a nivel nacional permaneció el resto del día como uno de los temas relevantes en las redes sociales. Se multiplicó bajo el hashtag #MeescondoenelbañocomoEPN” y #EPNlaIberonotequiere. Sin comedimiento frente a ese conocimiento masivo, la Televisión manipuló la información, achicó la protesta en imágenes y audio, y aprovechando el fin de semana, es muy probable que dé por tratado el asunto.
La protección que le brinda Televisa a Peña Nieto es además de uno de los ejemplos de la corrupción mediática a la que me he referido, uno de los elementos de mayor inequidad de la actual contienda presidencial y con ello la televisora se ha constituído en un riesgo para la estabilidad política y electoral del país. La misma reacción de los estudiantes de la Ibero es un reflejo de esa profunda insatisfacción, creciente entre los sectores informados de la sociedad mexicana, por el manejo absolutamente parcial de un medio de comunicación que opera bajo concesión de un bien público como lo es el espectro radioeléctrico.
Que los medios impresos asuman abiertamente candidaturas y fines partidistas, como es el caso de los periódicos de la OEM, que sin ningún rubor lo han hecho en esta campaña por el PRI y por Peña Nieto, son muy discutibles desde el punto de vista ético y profesional, sobre todo si no lo advierten expresamente a sus lectores ni conservan cierto equilibrio informativo, pero no violentan su naturaleza jurídica, son empresas privadas. Por ello pueden llegar al extremo de la adulación, como lo hizo ayer El Heraldo de Chihuahua: “Exito de Peña Nieto en la Ibero, pese a intento orquestado de boicot”.
Los medios electrónicos tienen una naturaleza jurídica distinta, son concesionarios de un bien del dominio de la Nación y se les ha autorizado –mediante una delegación de facultades del Estado– la prestación de un servicio público como lo es la radiodifusión. Por más que algunos quieran asumir, en una especie de neozapatismo electrónico, que el aire es de quien lo trabaja, eso no es cierto.
Televisa ha asumido abiertamente su papel constructor y protector de Peña Nieto. Guarda silencio el IFE y el gobierno federal, y esa es la tragedia mayor.
Otro retazo de la misma historia, pero enfocado a embatir o no dejar crecer a los adversarios de Peña Nieto, es la forma en que diversos programas de noticias, de entretenimiento o de opinión tratan a los demás candidatos a la Presidencia, partícularmente a Josefina Vazquez Mota y a Andrés Manuel López Obrador. Un mínimo seguimiento a la cobertura de las campañas muestra las diferencias de enfoques y tomas abiertas en cada caso, así como la selección de frases que con la voz de los propios candidatos se insertan en el contenido de una nota o crónica del reportero. Esto es importante porque en esa medición, cualitativa, está otro de los flancos con los que se beneficia al candidato del PRI.
De la manera en que embisten, está el caso del programa “Tercer Grado” en su más reciente transmisión del miércoles pasado que tuvo como invitada especial a la candidata panista, sometida a un duro e inusual interrogatorio, inquisitivo y pedante, varias veces burlón, muy lejos del interés periodístico que se propusiera darnos a conocer su trayectoria, posturas y propuestas. Dos de las estrellas de ese programa, por cierto los de menor prestigio, Leopoldo Gómez y Joaquín López Dóriga, están seriamente cuestionados por su vinculación al PRI y a Peña Nieto.
El primero es hermano de la candidata al Senado de la República en la lista nacional del PRI, Arely Gómez, quien antes quiso pasar por imparcial compitiendo por un lugar en el consejo general del IFE. El segundo, López Dóriga, ha recibido en estos días uno de los fuertes cuestionamientos a su desempeño periodístico:
El periódico Reforma ha publicado una investigación conforme a solicitudes de información a través de la Ley de Transparencia y de acuerdo con reportes de Fundar que señalan que durante la Administración de Enrique Peña Nieto, cuando éste era Gobernador gastó al menos 32.3 millones de pesos en “apoyos informativos” para radio.
De acuerdo con facturas oficiales del Gobierno mexiquense, queda claro que estos “apoyos informativos” son comentarios o entrevistas con conductores radiofónicos y no de spots formalmente contratados. El Gobierno de Peña pagó otros 19.7 millones de pesos en spots de radio como parte de una campaña informativa formal.
El periódico Reforma solicitó al Gobierno del Edomex copia simple de todas las facturas que se hubieran pagado a radiodifusoras entre septiembre de 2005 y octubre de 2011. De acuerdo con la documentación oficial entregada, el gasto que se reporta en referencias radiales es de 52 millones de pesos durante todo el sexenio. El 62 por ciento corresponde a “menciones” cuyo gasto no está atribuido a una campaña de comunicación específica.
Las facturas que suman 32.3 millones de pesos se extendieron por los conceptos “transmisión y apoyo a la información”, “apoyo informativo”, “paquete de servicios informativos” y “difusión de actividades”.
Tres de estos documentos fiscales señalan que la razón social Astron Publicidad cobró 9.2 millones de pesos al Gobierno del Edomex por el concepto “comentarios de Joaquín López-Dóriga transmitidos dentro de su noticiero ‘Joaquín López-Dóriga’ y en el noticiero de Óscar Mario Beteta”. Esto representa el 17.6 por ciento del reporte de gastos en publicidad y promoción en medios radiofónicos durante el sexenio de Peña.
Otra factura consigna un pago a Silvia Carolina Faure Vilchis, quien en 2006 cobró 201 mil 250 pesos por “apoyo a la información y entrevistas” en el programa “Reflejos de Mujer”, que estuvo al aire en la XEQY-AM, con sede en Toluca.
Obviamente, estos gastos son aquellos sujetos de desglose porque se encuentran dentro de la Cuenta Pública, de lo contrario Reforma no los hubiera obtenido. Las cifras varían porque el de “comunicación social” es uno de los gastos mejor escondidos en los informes de los gobiernos, colocados además sólo con montos totales. Peña Nieto, según los gastos que tienen ese carácter oficial, gastó en los seis años, 691 millones de pesos, pero a decir de López Obrador en el debate del domingo 6 de mayo sólo en su primer año se gastó 1000 millones. La cifra del candidato perredista está basada en un frágil, por no decir debil documento probatorio y en una fuente periodística que ha mermado su credibilidad por su tendencia a la magnificación. Pero de que hay mucho mayor gasto que el reportado, por supuesto. Los que nos dedicamos al estudio de los medios le llamamos la cifra negra, el gasto cuidadosamente ocultado en otras partidas, en otros rubros. Con el tiempo sale, pero a veces sale más tarde que temprano. Es el hoyo negro por donde se están vaciando las arcas, y demoliendo la responsabilidad, la ética y el profesionalismo de las libertades comunicacionales recientemente conquistadas.
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