¿Qué es un cronista?
El cronista por definición es una persona que gusta de contar, generalmente por escrito, las cosas que han pasado ante sus ojos. Es por ello que no se trata estrictamente de un historiador. Tampoco se trata de un periodista, pues esta última es una profesión de corte moderno y que por lo general sostiene una relación laboral con una empresa periodística impresa o con un medio de comunicación electrónico. La modernidad ha comenzado a compartir con los cronistas algunas de sus prácticas que vienen del pasado remoto (como el tener un blog).
El cronista en sentido estricto es un comunicador de corte antiguo, cuyo hacer proviene de la noche de los tiempos, cuando los estilos literarios aun no se inventaban. Se trata al mismo tiempo de una práctica, la suya, que se ha encontrado íntimamente vinculada a tradiciones narrativas orales. Por regla general el ser humano, homo loquens, es un ente conversador, aunque hay algunos más platicones que otros, y ese ha sido precisamente el medio para transmitir experiencias vividas, comunitarias o individuales. La escritura, sin embargo, distingue al cronista de nuestros días, si bien hay que aceptar que a la gente de ciudades y pueblos les gusta que sus cronistas les hablen. Que lean sí, pero de ser posible que peroren ante auditorios. Una crónica, en la acepción contemporánea del término puede ser también oral, sin que pase absolutamente nada ni pierda por ello su valor.
Bernal Diaz del Castillo, cronista de Indias a quien nadie nombró, pero sus escritos son invaluables
La memoria es la virtud de registrar mentalmente el tiempo y los acontecimientos con que lo recordamos. Y debemos aceptar que las comunidades humanas suelen tener una imagen de sí mismas. No siempre se logra que la imagen que el colectivo se forma sobre su identidad se corresponda plenamente con la realidad.
El cronista toma aquí el papel de memorioso. De registrador de su acontecer, evocador por excelencia de los hechos pretéritos de la comunidad a la que pertenece; gestor de la memoria histórica de la tribu.
Es por ello que estas tradiciones de las que hablamos son a no dudarlo más antiguas que nuestra nación. Ha resistido, junto con la institución municipal, los más furiosos vendavales de nuestra historia y aún se encuentra entre nosotros.
La ley y los cronistas
El legislador poblano, ha comprendido, a diferencia de lo que pasa en la mayoría de los estados de México, que esta vieja tradición precisaba de institucionalizarse. Ins-ti-tu-cio-na-li-zar es un dudoso verbo algo chocante que en este caso ha demostrado funcionar. No se trata de que el legislador se haya largado de repente una ley especial para los cronistas, sino que los ha regulado precisamente en la ley adecuada: en la Ley Orgánica del Municipio Libre.
La manera en que se designa un cronista en Puebla es muy significativa, pues son los propios ayuntamientos los que se encargan de esa tarea y depositan en el cronista una responsabilidad comunitaria. Además la ley e confiere un carácter ad vitam (significa "de por vida o hasta que se pruebe no apto").
Se piensa que lo vitalicio, en el contexto de un mundo sujeto a vertiginosos cambios, suena a algo anticuado y tienen razón, qué le vamos a hacer. Tiene una carga medieval y religiosa que no siempre embona con la modernidad. Si nos fijamos bien, los cargos vitalicios están desapareciendo definitivamente tras las modernizaciones institucionales. Ya pocos cargos son vitalicios. Tras la intentona de Carlos Salinas y la muerte de Fidel Velázquez, ya sólo quedamos el Papa y los cronistas (y Elba Esther Gordillo).
Pero no se trata de un regalo frívolo, señoras y señores, los cronistas son vitalicios para que su hacer y su decir no se encuentre condicionado a elementos laborales o políticos, sino para que ejerzan su libre criterio al cronicar, es decir, para que sean criticones. Nuestro gran amigo y hermano Juanito de Santiago Silva suele recordarnos a sus discípulos que los cronistas no somos los panegiristas del gobierno. Y yo me atrevería a proponer que esa sea una de nuestras máximas. Ustedes me dirán si no es cierto que los vecinos tienen más aprecio por un cronista bocón y criticón que por un cronista agachón. ¿ A poco no?
El cronista ejerce la crítica contra el poder, contra el fuerte, porque han de saber que la desmemoria, colectiva, la amnesia histórica, siempre corre en provecho del que manda. Recordar el pasado es la evocación de un presente mejor. Y eso hacemos los cronistas. Con eso contribuimos a la consecución de una sociedad cada vez más democrática basada en la valoración de nuestro pasado histórico y en la consolidación de nuestra cultura.
Estos aspectos son los que proporcionan al cronista un carácter político, incluso en ocasiones en contra de la voluntad del propio cronista. No hay nada que nos prohíba tener preferencias políticas y hasta partidarias. No es un defecto. No pasa nada y hasta creo que es una cualidad que los cronistas tengan militancia política, porque ello los compromete socialmente, los identifica con un ideario y a ser consecuentes con él.
Vacas gordas, vacas flacas: coludos contra rabones
De cualquier forma, la suerte de los cronistas es muy desigual. Como desiguales son las administraciones municipales en el estado de Puebla. En algunas ciudades se tiene gran aprecio por su cronista, mientras que en otras se pretende una deliberada indiferencia, o no se le puede ver ni en pintura por el mandón en turno. Eso sí: en todos los casos se le exige trabajo, pero no en todos los casos se le proporcionan elementos básicos para el cumplimiento de su labor.
Durante algunos trienios, dependiendo de la personalidad del presidente municipal en turno, se les apoya y en otras se les ignora o hasta se les persigue. Es decir, hay trienios de vacas gordas y de vacas flacas.
A algunos se les paga y a otros no. Y a los que se les paga, no siempre se hace con criterios paritarios. Es cierto que no todos los ayuntamientos son iguales ni poseen similares recursos, pero todos deben tener un cronista y apoyarlo. Y porqué no decirlo apapacharlo para que se difundan sus estudios y escritos.
Pero todas estas aspiraciones no están consagradas en ningún lado. No existe ni siquiera un límite mínimo de recursos asignados a los cronistas, por lo que dependemos de la buena o mala voluntad de la administración en turno. Una de las primeras razones de esta situación es que no existe una reglamentación del artículo de la ley orgánica del municipio donde pudiera abordarse, de manera uniforme este asunto. Una de las aspiraciones básicas para impulsar la actividad de los cronistas de Puebla es la asignación presupuestaria que sirva de base para la difusión de sus actividades.
entonces:
Quien es cronista?
El que escribe o al que la administración en turno nombró y no ha escrito ni una palabrita a favor de la crónica en su municipio?
Yo, en ningún caso, me autonombro CRONISTA MUNICIPAL, pues ese cargo, con carácter OFICIAL cae sobre la persona nombrada por el presidente municipal y quien, idealmente tendría que dar continuidad a un trabajo probado, pero no es asi, se nombra a un "amigo" del presidente en turno, en mi caso me nombraría CRONISTA DEL MUNICIPIO, pues he cronicado (la palabra no existe) las cosas que pasan o afectan al municipio...
Si, soy cronista, porque escribo no porque tenga un nombramiento de la presidenta y que si lo tuviera, no podría escribir acerca de lo bien o mal de su administración, pues me tendría controlado con un sueldo.
y por cierto:
Donde está el cronista nombrado?
Fui cronista municipal, nombrado y reconocido en el trienio 2005-2008, y he decidido continuar este trabajo, hasta el final, para forjarme un nombre como cronista, no para recibir un sueldo (que si algun presi se le ocurre asignarmelo, no estaria mal...) o un hueso político.
Sí, soy cronista porque los pueblos los requieren y no en un número exclusivo: entre mas haya, mejor...
y si vas a google, y pones CRONISTA TLALTENANGO PUEBLA sale mi nombre en primer lugar, eso, toma trabajo y reconocimiento y como cronista, que mas puedes pedir?...