Por Josefina Vazquez Mota *Coordinadora del Grupo Parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados
Carlos Monsiváis le dio a México la calidad de su escritura, la calidad de su crítica. Una crítica fina, mordaz y llena de humor que ha sido fundamental para el ensanchamiento de la libertad y el arribo a la democracia que hoy nos empeñamos en consolidar los mexicanos.
Prácticamente ningún acontecimiento importante de la vida cultural, social y política de México y el mundo en los últimos 50 años pasó desapercibido a su mirada sabia y atenta, a su análisis profundo, a su pluma sensible y crítica.
Monsiváis obtuvo todos los grandes premios independientes y gubernamentales, pero el premio más importante que recibió es que se lee y se comenta. Que influye. Todos aquellos que crecimos con él recibimos el premio de la sabiduría de su escritura, y de haber compartido la consolidación de un personaje de época.
Su estatura intelectual y calidad estilística lo convirtieron en una de las voces más reconocibles del mundo cultural hispanoamericano. Hoy no sólo cualquier mexicana o mexicano lo ha escuchado o leído, sino que todos seríamos capaces de reconocerlo en la calle.
Entre las miles de ideas que vertió en diarios y en suplementos culturales, en sus más de 40 libros, en sus conferencias y prólogos a obras de otros autores, y en las múltiples entrevistas que dio a los medios, podríamos entresacar, frase a frase, un todo armado y coherente acerca de la sociedad mexicana. Heredero de Artemio del Valle Arizpe y Salvador Novo, elevó la crónica hacia un género literario mayor colocándola al lado de la narrativa, el teatro y la poesía.
Se puede no estar de acuerdo con algunas de las críticas de Carlos Monsiváis, pero siempre reconoceremos su talento y respetaremos su opinión. Porque uno de los más grandes valores de su obra radica en su ejercicio inmune a ataduras de cualquier índole; siempre estuvo pronto a analizar, siempre capaz de desenmascarar a quienes tratan de ocultarnos algo. De ahí su exigencia de estar atento, de renovarse cada día.
Por eso los jóvenes se identifican con él; se reconocen en los temas que aborda, en el tratamiento que les da y en la visión que enriquece las visiones de quienes lo leen y lo escucharon. Pero no sólo eso, Monsiváis nos ilustra igualmente acerca de lo que pasa en todos los rincones del país, cuyos problemas nos pertenecen y con los cuales tenemos una responsabilidad y un compromiso social.
Nos habló también de la música nueva, la que estaban creando generalmente los jóvenes. Nos ilustró sobre el cine, arte en el que, con su perspicacia, ha contribuido a la formación de espectadores informados y exigentes. Desmenuzó la prensa escrita, televisiva o radiofónica, y nos dio lecciones permanentes de sabiduría, de inteligencia y de buen, muy buen estilo.
Carlos Monsiváis pertenece a todos, pertenece a México. De ahí que todos nos hayamos sumado a los homenajes que desde su muerte le han hecho saber que es mucho lo que nos ha obsequiado con su ya legendaria generosidad.
La libertad y la democracia que hoy vivimos los mexicanos serían impensables sin la participación de pensadores como Carlos Monsiváis. Libertad y democracia por las cuales la sociedad civil mexicana ha dado ejemplares luchas en las últimas décadas, y de las que dan fe el testimonio, la crónica y la visión crítica de la pluma de Monsiváis.
Crítica que sin duda ha contribuido a la educación cívica de México. Una educación tan urgente y necesaria en nuestro tiempo para fortalecer la participación social en la vida pública.
Monsiváis siempre fue implacable, pero con plena honestidad; hizo señalamientos y reprobó acciones en los campos de la política y el gobierno, y lo hizo de frente y con pleno valor civil. Desataba pasiones entre sus lectores, sobre todo, entre quienes no simpatizaban con sus ideas o con su mordacidad. Era fácil verlo como enemigo, pero nunca lo fue. Profundamente comprometido con el país, quería aportar, no destruir. Buscaba corregir y resolver; cambiar las cosas para mejorarlas. Su crítica no daba cuartel porque era de fondo. Hubiera sido mas útil para muchos escucharlo que atacarlo.
Su lucha fue franca e inteligente, nunca intransigente. En la democracia la crítica honesta es bienvenida. Independientemente de las diferencias o de que sus opiniones gustaran o no, con Monsiváis siempre hubo interlocución y reflexión, siempre mostró la posibilidad de entendimiento o diálogo entre personas con maneras de pensar distintas e incluso opuestas.
Coincidimos en el apasionamiento respecto a la política, en el rechazo a la opresión y a la gestión torcida de tantos políticos mexicanos durante el siglo XX, en una clara vocación por el diálogo y el intelecto como armas en la lucha por el bien de México, en condenar el autoritarismo y las inercias. La crítica, indudablemente nos ayuda a crecer a todos.
Hoy extraño sus llamadas telefónicas. Conversar con él era fuente de inagotable aprendizaje. Cuando consideraba que yo podría ayudar a resolver alguna situación que le parecía una injusticia no dudaba en llamarme. Como casi siempre le asistía la razón yo sumaba a su pasión la posibilidad de mi gestión para resolverla. Estoy segura que nunca el beneficiario de su preocupación se enteró de la energía que él invertía. Su generosidad pasó todas las pruebas.
Carlos Monsiváis tuvo una importante participación en los libros de texto gratuitos de Formación ciudadana en los que se forman hoy los niños de México, donde escribió el capítulo La tolerancia. Y lo hizo convencido de que nuestros niños y jóvenes han de ser buenos ciudadanos, críticos, solidarios y comprometidos con su comunidad, comprometidos con México.
Por ello, cuando conocimos el manuscrito de su extraordinario libro Escribir por ejemplo, sobre la tradición literaria del siglo XX mexicano, la que va de Ramón López Velarde a Carlos Fuentes, pasando por José Revueltas, Juan Rulfo y Rosario Castellanos entre otros, le propusimos hacer una edición especial para que cada alumno de los bachilleratos públicos de México tuviera un ejemplar.
Gracias Carlos Monsiváis por tu compromiso con la educación de los mexicanos. Gracias por tu talento y tu generosidad, pero ante todo por la calidad de tu crítica. Esa crítica que nos permite avanzar hacia la consolidación de nuestra democracia.
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