En una meseta en lo alto de la Sierra Negra, en el estado de Puebla, se ubica el Gran Telescopio Milimétrico. Es un enorme radiotelescopio cuya antena colectora mide 50 metros de lado a lado, lo que lo convierte en el aparato científico más grande del mundo en su rango, porque este instrumento se diseñó para leer con gran precisión señales de radio que llegan desde rincones muy lejanos del universo, pero en una ventana específica, comprendida entre los 75 y los 350 gigahertz, o dicho de otro modo, puede captar señales que miden de 0.85 a 4.0 milímetros (de ahí su nombre).
En una charla que compartió con nosotros uno de sus creadores, el doctor Alfonso Serrano, dijo que el auténtico milagro para la astronomía mexicana fue haber sido capaces de olvidarnos de la tina de cangrejos y trabajar en equipo para emprender un proyecto multisexenal.
Nos dijo también que cuando los primeros exploradores llegaron a las comunidades próximas al sitio donde se instaló el telescopio, a más de cuatro mil 500 metros sobre el nivel del mar, los vieron como si fueran marcianos, gente rara. Y sí, dijo el doctor Serrano, hace falta gente rara para echarse a la espalda proyectos así de sufridos.
Pero tantos afanes vieron al fin frutos compartibles. En diciembre del año pasado empezaron los trabajos de alineación del espejo primario, los terminaron en abril del año en curso, y el pasado 1 de junio vio lo que en los telescopios ópticos se llama primera luz.
El GTM hizo ese día sus primeras observaciones en la franja de tres milímetros, usando un aparato llamado Detector de Corrimientos al Rojo, diseñado en Amherst.
Pagado casi todo (80 por ciento) por México (y en particular por el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica) y con la Universidad de Massachusetts en Amherst en los Estados Unidos como socio principal, el proyecto de más de mil 500 millones de pesos puede catalogarse como el proyecto científico más ambicioso que ha emprendido nuestro país.
La verdad es que los astrónomos mexicanos deben estar muy orgullosos, y todos nosotros con ellos, porque siempre ha sido difícil sacar adelante proyectos grandes, cuando los logros están muy a futuro. Y sabemos bien que nunca faltan piedritas en el zapato.
¿Cómo funciona el GTM? Una explicación sencilla del instrumento la dio Peter Schloerb, del socio americano. “Un radiotelescopio funciona justo como la radio de su auto. Hay una antena para captar las señales, y cuando sintonizamos a lo largo de la banda de frecuencias captamos señales fuertes en algunos puntos. Estas señales surgen de la agitación de moléculas en gigantescas nubes de gas y polvo en la galaxia blanco. Por supuesto, la principal diferencia respecto a una radio de auto es que nuestra antena es muy grande y nuestro receptor no sólo es muy sensible, sino que además examina todas las frecuencias al mismo tiempo. Por último, en vez de reproducir nuestras señales en un altavoz las grabamos en la computadora”.
Con esa gran antena, los operadores registraron señales llegadas desde la galaxia Messier 82 (M82), ubicada a 12 millones de años luz, o sea, una vecina cercana. Como esta galaxia está interactuando con su compañera, M81, entre las dos producen mucha energía en las bandas infrarroja y milimétrica. Ahí fue donde apuntó su ojo el GTM y captó líneas de emisión de algunas moléculas que no se producen en la Tierra.
El vistazo a M82 fue un probete. Luego se observaron galaxias mucho más lejanas, una de ellas conocida como La Pestaña (SMM J2135-0102) y otra llamada MM18423+5938. Estas observaciones probaron, para el director científico del instrumento, David H. Hughes, “que los requerimientos con los que se diseñó el GTM son realistas, y aunque el GTM aún no está completamente optimizado, permite ya realizar observaciones importantes sobre el universo primitivo”.
El doctor Serrano dijo que la primera luz captada por el GTM es, sin duda, “el punto de partida de lo que serán años y años de fructífera investigación para México y otras naciones”. Así sea.
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