La boleta que no fue. La que no llegará a manos de los
votantes este 1 de julio. Quedaron en segundo lugar en las contiendas internas
de sus partidos y para no pocos y distintos sectores de la opinión pública
representan políticos experimentados, con empaque, sobre quienes bien podría
recaer la responsabilidad de gobernar México.
Ernesto Cordero Arroyo, Manlio Fabio Beltrones y Marcelo
Ebrard Casaubon perdieron frente a Josefina Vázquez Mota, Enrique Peña Nieto y
Andrés Manuel López Obrador, respectivamente. Los seis han dado muestras de
inclusión y unidad.
El ejemplo que sorprendió a la clase política lo dieron
Ebrard y López Obrador el 15 de noviembre de 2011. Sin chistar, el jefe de
gobierno levantó la mano del tabasqueño y cosechó la inapostable unidad en la
peleada izquierda y una ola de opiniones favorables hacia sí mismo que lo
resaltaron como un hombre de Estado, de palabra, buen gobernante de la ciudad,
que si hubiera reelección, la ganaría, político inteligente, de la mejor
izquierda moderna internacional.
El empuje de unidad perredista precipitó las cosas en el
PRI: seis días después, Manlio Fabio Beltrones declinó en favor de Enrique Peña
Nieto. Aunque el anuncio tuvo tintes ríspidos, las aguas se fueron calmando
conforme se generaron los acuerdos entre ambos para incluir al grupo del líder
senatorial en el barco priísta que capitanea el ex gobernador mexiquense. Hoy,
cada que le ponen un micrófono enfrente, Manlio ya no escatima en elogios al candidato
y éstos le regresan en homenaje. Beltrones, que hace apenas unos años era
repudiado por buena parte del llamado “círculo rojo” por su pasado en la época
más oscura del PRI, transformó su imagen en la del estadista reformador
progresista con quien esa misma intelectualidad coincide y apoya.
Ernesto Cordero cargó con el lastre de ser el favorito
del presidente Calderón y eso opacó que gozaba de un prestigio técnico probado,
con experiencia de campaña electoral, política, social y manejo de finanzas
públicas. La noche del domingo 5 de febrero, con rostro de tristeza personal
por la meta no alcanzada, levantó sin regateos la mano de Josefina Vázquez
Mota, y ambos dejaron atrás las descalificaciones y pugnas vistas en los
debates.
Cordero, Beltrones y Ebrard tuvieron el talante
democrático de levantar la mano de sus rivales cuando se vieron superados. Pero
eso no resta un ápice de mérito a Vázquez Mota, Peña Nieto y López Obrador,
quienes desde su posición de vencedores —en algunos casos de manera arrolladora—
supieron, como en las democracias más avanzadas, tenderles una mano, olvidar
los agravios mutuos de la precampaña, hacerlos sentir incluidos, trazarles
futuro, sumarlos, no humillarlos y conseguir un escenario de “todos ganan”.
A veces, ante el panorama sombrío que suele bañar el
desempeño de políticos y partidos en México, hay luces de optimismo que merecen
ser resaltadas. Me parece que ésta es una de ellas. Los seis se han comportado
como políticos profesionales.
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