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lunes, 22 de febrero de 2010

Alianza Poblana: Un Compromiso

El sábado pasado se concretó aquí en Puebla una alianza política que podría resultar histórica por varias razones. Acción Nacional, el de la Revolución Democrática, Nueva Alianza y Convergencia acordaron integrar "Compromiso Por Puebla" para contender juntos en las elecciones de julio en contra del Revolucionario Institucional y el Verde Ecologista, reunidos en "Puebla Avanza". El Partido del Trabajo fue el único partido opositor que no se integró a la alianza.


El acuerdo logrado por los partidos de oposición tiene, sin duda, una especial significación. Alcanzado por razones de estrategia política coyuntural, este pacto deberá ser seguido con atención más allá de los resultados que arroje en la contienda electoral. Promovida, en buena parte, con el fin de poner fin al control que por décadas ha ejercido el PRI en el gobierno estatal y para impedir, además, la reproducción del autoritarismo carente de escrúpulos instaurado por el gobierno de Mario Marín, la alianza es, algo más que un mero instrumento de lucha política. Es, a la vez, un movimiento que reconoce y acepta la frustración ciudadana y una nueva promesa de democratización; es un nuevo impulso a la esperanza que fue ahogada por una transición de resultados magros.

Si "Compromiso Por Puebla" triunfa en las elecciones, la ciudadanía habrá conseguido una victoria política importante cuya verdadera significación, no obstante, no habrá sido conseguida sino hasta que en verdad se cumplan los compromisos adquiridos entre los gobiernos y con la ciudadanía. La verdadera significación de la alianza radica, pues, en la constitución real de un co-gobierno exitoso.

El triunfo electoral de la alianza no es sinónimo de éxito ni garantía de progreso político e ideológico. La alianza podría resultar un total fracaso si tras el triunfo cada fracción privilegiara sus agendas y pospusiera el cumplimiento de los compromisos. A nadie sorprendería que una vez alcanzado el objetivo de sacar al PRI de Casa Puebla, los grupos de vencedores se volcaran hacia sí mismos, movidos por intereses particulares y habituados a entender a la política como arrebatiña, no como servicio.

La derrota de "Compromiso Por Puebla" en las urnas es un tercer escenario que no sólo propiciaría la demolición de las aspiraciones de cambio de una buena parte de la sociedad poblana sino que además exhibiría el poder del juego entre la fuerza de los mecanismos de la estructura estatal y la de una cultura política sustentada por valores de dependencia y sumisión. Así pues, la alianza firmada por los principales partidos de oposición de Puebla es un experimento democratizador que someterá a prueba la capacidad del sistema y de la ciudadanía para darle una forma diferente a la política. La actuación de corto y largo plazo de la alianza permitirá conocer las posibilidades estructurales de transformación y la capacidad de los actores políticos concretos, de carne y hueso, de modificar sus percepciones del poder y sus procederes políticos.



Varios aspectos del surgimiento de la alianza merecen especial atención. Todos ellos representan, a la vez, fortalezas y debilidades de la coalición que conducen a albergar esperanzas de cambio, pero también dudas acerca del funcionamiento del grupo:




Uno: La alianza se alcanzó a pesar de las disputas en su contra promovidas al interior de cada uno de los partidos por los grupos "duros" que veían en ella una capitulación, un desdeño por lo valores ideológicos de sus partidos. Prevaleció, por fortuna, una postura más pragmática según la cual los aspectos que unen deben ser privilegiados por encima de los que distancian. De entrada, la postura es sana y prometedora. Conduce a entender que la identificación de los problemas y el diseño de sus soluciones depende de juicios críticos abiertos y no de ideologizaciones que entorpecen no sólo el pensamiento sino, y sobre todo, la acción.

Que la promesa rebase el nivel teórico es un verdadero reto. Habrá que seguir de cerca los procesos a través de los cuales los miembros de la alianza opositora identifican áreas problemáticas y acuerdan estrategias de solución. Sin lugar a dudas, el proceso dará la razón por momentos a los "duros": habrá problemas y propuestas que tensarán la coalición; algunas de ellas podrán ser superadas, otras no. Éstas pondrán a prueba las posibilidades de éxito de largo plazo de la alianza.


Dos: La alianza, encabezada por Acción Nacional, la segunda fuerza política de mayor importancia en la entidad, tendrá a Rafael Moreno Valle como candidato a la gubernatura. Su candidatura ofrece algunas ventajas sobre la del candidato priísta, Javier López Zavala. Mientras éste representa al político tipo forjado a través de los años en la escuela política burocrática y palaciega, Moreno Valle se aproxima más a una candidatura ciudadana. Miembro de una familia con historial político en el estado, Rafael no tuvo aspiraciones políticas sino hasta hace once años cuando decidió incursionar en la política y se valió de las conexiones familiares para incrustarse en la administración de Melquiades Morales, en la que se desempeñó como secretario de Finanzas y Desarrollo.



Tres: Puebla no es el único estado donde se ha gestado y se gestarán alianzas. El verdadero interés de los partidos políticos por asistir unidos a estas elecciones es tomar la coyuntura como ensayo de lo que podrían hacer en 2012 para detener lo que el imaginario colectivo registra como un hecho: el regreso del PRI a la presidencia de la mano de Enrique Peña Nieto. Las alianzas podrían resultar exitosas electoralmente en algunos de estos estados y contribuirían a alimentar las esperanzas de enfrentar con fuerza a Peña Nieto, el posible candidato priísta. En alianza, las posibilidades de la oposición en 2012 crecerían de manera significativa. No por nada la cúpula priísta y el mismo gobernador mexiquense se han ocupado de denostar ideológicamente los pactos partidarios.


Pero estamos aún a dos años de la elección presidencial. Es un tiempo considerable. Lo suficiente para que la ciudadanía cale a las alianzas; para que mida si efectivamente su importancia no queda reducida a la eficacia electoral. Si las coaliciones no son capaces de ofrecer una nueva forma de hacer política y gobernar, su creación puede tener el efecto boomerang: habrán fortalecido, antes que debilitado, las posibilidades del tricolor de retomar la presidencia de la república. Cosa peor: se habrá fortalecido la cultura política de la frustración y la dependencia. La mayoría regresará al PRI con la convicción de que "más vale malo conocido que bueno por conocer".




No es extraño, aun cuando sí estremecedor, escuchar a mucha gente, entre ellos muchos que durante le hegemonía priísta se oponían sistemáticamente a las fuerzas dominantes, decir que "por lo menos los del PRI sí sabían gobernar".



La alianza poblana es pues, un experimento político, pero también, como se nombre lo indica, un compromiso. Exijámosle cuentas buenas porque es mucho lo que se estará jugando en julio en Puebla, al igual que en otros once estados.

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