Al PAN se le exige demasiado y eso no está mal, ya que ofreció a la ciudadanía mexicana ser un partido, como sus fundadores lo anunciaban, de las exigencias máximas, del deber cívico asumido en plenitud, de la política vinculada a la ética, además de ostentar el principio de principios: el respeto a la dignidad de la persona humana.
El sacudimiento cultural al arribar al poder fue brutal. No era para menos. Parafraseando a Winston Churchil, hemos comprobado que construir la democracia es la tarea política de mayor magnitud. En su tránsito a la democracia, todos los sistemas autoritarios registran un periodo inicial de desencanto que a veces se prolonga. Sí, la ciudadanía mexicana acusa un desaliento que no podemos soslayar. Es hora de un corte de caja, partiendo de un balance inicial.
¿Qué México recibió el PAN en el año 2000? ¿Cuáles son los logros y sus fallas del PAN en el poder?
A los priistas les disgusta que se mire al pasado y hay razón par sostener que uno no debe cobijarse en los hechos pasados. Sin embargo, un balance es necesario. Lo exige la historia, lo exige la ética, lo exige la política.
El sistema político mexicano en realidad surge de la Constitución de 1917, dado que los periodos de Carranza, Obregón y Calles fueron incubando el régimen presidencialista con un Ejecutivo que ejercía facultades metaconstitucionales y con un partido hegemónico. La democracia pregonada por Madero simplemente se postergaba. Ese sistema acuñó una cultura política y formó un tipo de político capaz de detectar con habilidad la oportunidad y el convencionalismo.
Es difícil calificar ese periodo, pues se navegó por todas las aguas del espectro ideológico. Las secuelas son graves niveles de pobreza, fraccionamiento brutal de la tierra por un reparto absurdo, estructura corporativa en el aparato estatal, centralismo no cuestionable, corrupción como el combustible que aceitaba el sistema, ausencia de democracia, Estado de derecho deteriorado, simulación en nuestra vida política, Estado débil en lo financiero y dependiente de un recurso no renovable, ausencia de democracia y monopolios públicos y privados en distintos sectores de la economía, entre otros males. Tal vez lo más relevante haya sido la cultura política que ese sistema conformó: paternalismo, clientelismo y el gran Tlatoani en el pináculo del poder.
El PAN logró una hazaña que se inició desde 1939 con una perseverante vocación democrática. Aprovechó cada sexenio para que, en forma gradual, se hicieran cambios sin perder el objetivo fundamental: la alternancia pacífica en el poder. Arrancó desde el municipio y culminó en la Presidencia de la República. Sin ser el autor único del cambio, esto le acredita un enorme mérito en la historia patria.
Al arribar al poder, en medio de una gran expectativa, se lograron objetivos importantes: mayor responsabilidad en el manejo de la economía, decisiones valientes en política exterior, transparencia en la vida pública, mayor respeto a la ley, vida democrática, aunque frágil y vulnerable; impulso al federalismo y, obviamente, avance en las diferentes políticas públicas.
El presidente Felipe Calderón recién expuso los logros en las diferentes áreas de gobierno. Aun cuando son importantes los avances en el otorgamiento de servicios, eso corresponde a la evolución natural del Estado, obligado a superarse cotidianamente. Lo importante de una administración son sus decisiones, por ejemplo, la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Eso es lo que hay que evaluar. En materia de seguridad, es un deber elemental hacer frente al mayor reto para el Estado mexicano.
Nuestras fallas son evidentes. Vicente Fox estableció una serie de requisitos para integrar su equipo, pero en este sexenio hay designaciones que no corresponden a los perfiles del cargo. En política exterior se dio un giro de 180 grados. Al igual que en el sexenio anterior, no se combatió la corrupción y la impunidad con la entereza requerida. Ciertamente se descentralizaron enormes recursos a los Estados, pero sin la obligada rendición de cuentas. Se perdió la autoridad sobre los Estados, fortaleciendo los más viejos cacicazgos. Habrá que insistir en que hoy más que nunca tienen poder los priistas que antes se distinguieron por su abyección y su disciplina. Nunca se pusieron reglas claras para la relación entre la presidencia y su partido y en estos cuatro años se atropelló a una institución democrática al imponerle dirigentes. Faltó habilidad política para impulsar las reformas que obstruyen el desarrollo nacional.
La política desnuda la condición humana. A la clase política mexicana le falta esa virtud a la que aludía el presidente Calderón en su mensaje durante el 71 aniversario de la fundación del PAN: magnanimidad, grandeza de alma. Desgraciadamente, nos está ahogando lo contrario, la mezquindad.
El mayor pecado del PAN ha sido no tener una firme y arraigada convicción de sus principios. Al arribar al poder, debieron concretarse éstos en las diferentes políticas públicas. Sí, el reclamo ciudadano es válido: pudiendo tanto se atrevieron a tan poco.
Este ejercicio es arbitrario. Muchos temas demandarían mayor reflexión. Un reto monumental le espera al PAN: convencer a la ciudadanía de que merece una tercera oportunidad. Es posible lograrlo si somos fieles a un partido que se enorgullece de sus tradiciones.
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