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viernes, 1 de julio de 2011

El SIDA, a 30 años de su descubrimiento...

En Tlaltenango, MUCHAS personas han muerto, o estan enfermas de SIDA...las que han muerto en el extranjero, sus actas de defunción no pueden ser alteradas, pero la traduccion final si lo han sido, por lo que al final hay que hurgar muy bien para sacar la informacion...

ESto, debido a que emigran a EU o aqui mismo se infectan, debido a practicas sexuales inseguras, transfusiones o accidentes...

Aun existe un tabú al respecto, por lo que las familias son reacias a mencionar la causa de muerte de sus familiares por lo que la causa de muerte se cambia, imvariablemente, a cáncer...

Debemos aprender a respetar, para que esta informacion fluya y no contamine las estadisticas finales...

En marzo de 1981 la prestigiada revista médica The Lancet publicó un estudio sobre una serie de síntomas presentados por un grupo de individuos que tenían como característica común ser hombres homosexuales de Nueva York. Eso es recordado ahora como el primer reporte de la literatura científica acerca del SIDA, por lo cual por estos meses se cumplen 30 años de la aparición de esta pandemia.

Las reacciones iniciales más notorias fueron de gente inepta y prejuiciosa, que vio en el SIDA un castigo de dios –el dios judeo cristiano, se entiende- por la conducta “pecaminosa” de los homosexuales, implicando con ello que esta preferencia sexual es una enfermedad, una aberración, cosa que ya ni la asociación psiquiátrica norteamericana sostiene. Cuando las personas heterosexuales empezaron a enfermar estos jumentos cambiaron su idea y dijeron que era por los pecados del ser humano en general. Hasta la fecha no entiendo las motivaciones de algunas religiones -y muchos seres humanos- por vigilar obsesivamente la bragueta del prójimo.

Una de las cosas que logró esta enfermedad fue aligerar la mojigatería y poner en la discusión pública el tema del sexo, y más específicamente las conductas sexuales de la gente. Como señaló Susan Sontag en alguno de sus ensayos, esta nueva enfermedad no sólo cargaba a cuestas con la estigmatización de enfermedades devastadoras como el cáncer: era además sexualmente reprobada, una doble estigmatización. Las cosas comenzaron a cambiar especialmente cuando se vio la devastación que producía, y que los heterosexuales no eran inmunes. Se entendió entonces-no rápida ni fácilmente-que era necesario abrir las puertas a otras expresiones que yacían semi ocultas, morando a la sombra del escarnio y la burla, que nos llevaban ventaja sobre la manera de organizarse y vivir su sexualidad. Así, esta enfermedad ha ayudado a ventilar asuntos que de otra forma no se hablarían.
Pero no ha sido exclusivamente eso: grandes avances científicos sobre el mecanismo de la enfermedad y los retrovirus, conquista de espacios de poder por organizaciones no gubernamentales, acceso a medicamentos de bajo costo, son otros saldos positivos de la lucha, que no ha sido fácil, y que aún sigue diezmando a la población sexualmente activa, que debe ser el 99.9%, me dice mi mente cochambrosa (y la de Freud, que dijo que también los niños tienen sexualidad).

Pero el más esperanzador de los resultados fue que sin que sepamos cómo, muchos humanos lograron una mayor esperanza de vida gracias a cocteles de medicamentos. Los pronósticos iniciales eran sombríos, pesimistas y desesperanzadores (en el inicio de la pandemia la gente caía como moscas). 

Poco a poco han ido emergiendo casos que muestran a pacientes con diez, quince, veinte o más años de supervivencia al diagnóstico, cuando la prognosis, el diagnóstico inicial, era de meses. Ello demuestra que la vida humana es persistente y resistente, pese a discriminaciones ridículas, abusos, ignorancia y demás obstáculos que seres humanos ponen a otros seres humanos, cuando debería ser al contrario. Ojalá entonces que la muerte de tantas personas valiosas, tanta gente que en alguna medida ha sido muerta por la indiferencia y que mucho enriqueció nuestro mundo no haya sido en balde. Y confío que algún día se logrará la cura. Ad astra per aspera, como dijo Séneca.

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