Linda palabra es "chichi", con su variante "chiche".
Que hayamos convertido ese vocablo en vulgarismo es cosa fea, pero lo cierto es que hay en ella hermosas resonancias, y mucha significación.
El término "chichi" es voz azteca, apócope de "chichihualli", el nombre de la teta, mama o seno de la hembra, de donde mana el alimento -vale decir la vida- para la criatura.
(Cosas muy sugestivas de ese misterio que es la comunicación humana: "chiche" se dice "Zitze" en alemán, "chuchu" en quechua, y en vasco -según me han dicho- "chichi". Así, "chichi", llamaban los antiguos mexicanos a las nodrizas o nanas de los niños, y en el Yucatán de los mayas la abuela -que hace muchas veces la función de nana- es nombrada con cariño "chichí").
Los hombres -los machos- solemos hacer chocarrerías con aquello que deberíamos ver como sagrado, pero lo cierto es que pocas cosas hay tan bellas y de tan hondo simbolismo como el seno de la mujer. En la imaginería primitiva era el emblema de la fecundidad, y aun de la vida. Pero nosotros decimos "chiche de gallina" para significar lo inexistente, o lo de nulo valor o nadería, y decimos "pedir chiche" cuando alguien se sobaja a suplicar una ayuda inmerecida, y "ser de la chiche pelada", hablando del valentón o pendenciero.
Ahora hay gran escándalo en el país de los puritanos -los Estados Unidos- porque la cantante y bailarina Janet Jackson dejó salir una chichi -o chiche- en el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl de futbol americano. A los vecinos les escandaliza ver una teta, sobre todo si es de negra (para eso está el National Geographic Magazine), pero quedan en general indiferentes ante las guerras que periódicamente promueve su país para afirmar su predominio universal y aprovechar las riquezas de otros pueblos. Ya pueden ver los niños en la tele un profuso desfile de baleados, apuñalados, estrangulados, decapitados, torturados, ahorcados, navajeados, mutilados y destrozados por todos los medios que la violencia inventa, pero sus padres se espeluznan si una muchacha bella exhibe el tetamento, aunque lo haga -como la cantatriz- con el pezón cubierto por un estratégico solecito de metal, para no dar tanto qué decir.
Desde luego la exhibición fue intencional, aunque se diga que hubo accidente en la escapada de la teta. Ninguna mujer anda por ahí con el pezón metálicamente asoleado. Pero es bastante protestante la protesta de mister Michael Powell, presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones, cuya familia estuvo al borde del soponcio, telele o patatús al ver la chichi de la Jackson. Violencia sí: la de la guerra, la de las calles o la del brutal juego de los mastodontes, pero no un hálito de belleza femenina, así sea comercialmente calculado. Deleite al ver chorros de sangre y escaparate de muertes en la televisión, pero alboroto de cuáqueros del gótico americano si se insinúa en la pantalla chica, con una teta o con la unión carnal, el rito de la vida. Otra vez la censura, la misma que hasta hace no mucho tiempo exigía que en las películas durmieran en camas separadas aun las parejas de casados.
El señor Calvino, Babbitt y Elmer Gantry cabalgan de nuevo... "-Papi -le pregunta el niñito a su papá-. ¿Cómo es la Luna?". El señor se extraña al oír aquella cuestión inusitada. "-¿Por qué me preguntas eso?" -inquiere. Explica el chiquitín: "-Es que mi mamá le dice al vecino que no te vas a dar cuenta de nada porque siempre andas en la luna"... Rosibel, secretaria de don Algón, cerró por dentro la puerta de la oficina y luego se acercó a su patrón con insinuativos movimientos. Le dice con voz feble don Algón: "-Por esta vez tendrá que disculparme, señorita Rosibel. Todavía no me repongo del aumento de sueldo que le dí la semana pasada"...
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